Los frutos de un año de ajuste de Milei: menos asalariados y caída de la producción

A una "motosierra" que busca terminar con el Estado, se le suman las consecuencias del ajuste a las jubilaciones, el incremento tarifario, la apertura importadora con dólar barato y contracción de la actividad, por lo que el sector privado tiene hoy menos trabajadores registrados que los que había antes de que el libertario llegue al poder.

POLÍTICA - ECONOMIA10/02/2025
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El Gobierno tiene el desafío de comenzar a mostrar los frutos del ajuste realizado en su primer año de gestión. Por eso se entiende transformación material positiva en la realidad de la población, más allá del resultado de las planillas de Excel. Esto solo puede concebirse mediante la generación de puestos de trabajo resultado de un incremento de la producción al interior del país. Indicador que está en el debe del gobierno tras un año recesivo y, por tanto, contractivo para la oferta laboral. 

Menos asalariados y más monotributisas

Naturalmente, consecuencia del ajuste a las jubilaciones, incremento tarifario, apertura importadora con dólar barato y contracción de la actividad, el sector privado tiene hoy menos trabajadores registrados que los que había antes de que el libertarianismo aterrizara en Balcarce 50. De acuerdo a datos proveídos por el Ministerio de Trabajo, antes de la asunción de Milei las empresas privadas empleaban 6.385.800 trabajadores, perdiendo 119,4 mil puestos de trabajo al promediar el cierre del año pasado. Si contamos también el trabajo del sector público y el servicio doméstico, entonces la pérdida de fuentes laborales registradas roza los 190 mil casos.

En contrapartida, a medida que se redujo la cantidad de asalariados, la modalidad de ocupación que incrementó en este período fue la del trabajo sin relación de dependencia. Dado que entre noviembre del 2023 y el mismo mes del 2024 aumentaron los monotributistas sociales (37 mil más), podemos asumir que muchos de los despedidos del sector privado en ese lapso encontraron algún modo de subsistencia bajo esa modalidad. Se trata de una realidad precaria tanto en lo económico como también desde una óptica productiva, en tanto que genera más valor un asalariado industrial que un monotributista haciendo mandados mediante la aplicación Rappi.

Los ganadores del modelo liberal son sectores poco intensivos en mano de obra
Afinando el análisis por sector, se observa que la mayoría de los empleos que se perdieron fueron de la construcción (68 mil), seguido por la industria que terminó el año con 25 mil trabajadores menos. Estos dos sectores representan cerca del 80% de los empleos perdidos en las empresas privadas. En efecto, son sectores cuya performance se vio alterada, en un caso, por la apertura importadora y, en otro, por el ajuste a la obra pública. 

En la vereda de enfrente, los sectores beneficiados por la política económica del gobierno y los que por variables exógenas tuvieron una buena performance no expandieron significativamente su oferta laboral. Por un lado, el agro que recuperó el nivel de actividad tras la sequía de la campaña anterior tuvo un incremento de empleos del 4%, llegando a los niveles de empleabilidad existentes antes de que el fenómeno La Niña afectara la producción agropecuaria. Mientras que el sector minero, beneficiado por políticas de estímulo y un ascenso del precio internacional de los principales metales, sólo generó 3 mil puestos de trabajo directo en el último año.

La recuperación del empleo de los últimos meses es exigua y no alienta a la demanda

Así las cosas, desde el mes de junio la oferta laborar viene recuperándose paulatinamente. De lo anterior se desprende que el sexto mes del año marcó la mayor caída de los indicadores laborales cuando llegaron a 189 mil los empleos perdidos en las empresas privadas en comparación con los recibidos cuando el nuevo gobierno asumió. Hasta el momento acumula 5 meses de recuperación intermensual ininterrumpida, restableciéndose cerca de 70 mil empleos. Sin embargo, esto no tiene aún un correlato en los niveles de demanda.

El último informe sobre consumo de los comercios de cercanía muestra un panorama adverso. El volumen de ventas de los almacenes y autoservicios empezó el año con una caída de 20% en relación a enero del 2024, de acuerdo a relevamientos de IETSE (Instituto de Estadísticas y Tendencias Sociales y Económicas). Son cifras que llaman la atención dado que la base de comparación (enero del 2024) no fue precisamente un buen mes para el consumo, ni la economía en general. Contrariamente, hace un año atrás el dólar subía 118% e impactaba en los precios y el nivel de demanda.

Por su parte, los supermercados también comenzaron con números en rojo. Víctor Palpacelli, presidente de la cámara de supermercados, explicó a este medio que “cayeron 5% las unidades vendidas en comparación interanual”. El empresario destacó que, si bien aún no “abandonan la contracción”, la caída de las ventas no se profundizó y se mantiene amesetada en estos valores, tras meses en donde caían “entre 6 y 7 puntos” las ventas.

¿Los objetivos macroeconómicos impiden la reactivación?

El Gobierno continuará firme en conseguir su principal objetivo económico: profundizar la desaceleración inflacionaria. No se apartarán de ese eje, según lo afirmó tanto el ministro de economía como el mismo presidente. “El orden macroeconómico no se negocia”, vocifera el líder anarcolibertario cuando deja de lado su “batalla cultural” y se expide sobre la economía. Ahora bien, siendo este un año electoral cabe preguntarse si las bases del ordenamiento macroeconómico en 2025 serán las mismas que el año pasado. En otras palabras ¿continuará el atraso cambiario y la contracción económica? 

En efecto, de continuar por esa vía ¿puede recomponerse el trabajo registrado y el consumo con apertura importadora, dólar barato que desincentiva a la industria exportadora y un nivel de actividad raquítico? Aunque el interrogante que resuena de fondo es el siguiente: ¿puede el modelo económico libertario avivar la demanda y el nivel de actividad sin abandonar la baja de la inflación?

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