A 49 años de la Noche Negra de la Plaza General Paz

En horas de la noche  del  30  de diciembre de 1975  un grupo comando de 15 personas a bordo  de  autos y camionetas, pateó las puertas de una casona ubicada sobre calle Paraguay  en frente de la Plaza General Paz , los secuestradores  actuaron  con la colaboración de las autoridades  de Fábrica Militar San Francisco y la Jefatura de Policía local , en menos de 10 minutos secuestraron  a  Elvio Alberto Almada (21) y sus amigos Eduardo Scocco (18) y Osvaldo Mesagli (19); a posterior fueron trasladados al temible centro de interrogatorio y tortura D2 pegado a la Jefatura de policía de Córdoba, NUNCA MÁS se los volvió a ver. A 49 años de la masacre,  Daniel Almada recuerda a sus hermano y  sus amigos. 

Este  30 de diciembre se cumplen 49 años del secuestro de tres jóvenes de la ciudad, -uno de ellos mi hermano Elvio-,  quienes hasta hoy permanecen desaparecidos y son parte de las 30.000 víctimas del terrorismo de estado que comenzó en 1974 durante el gobierno Peronista, fue agudizándose en 1975 y se generalizó a partir de marzo de 1976 con el golpe de estado cívico militar comandado por las tres armas.
Con un plan sistemático previamente planificado, militares del Comando del 3er. Cuerpo de Ejército o su alias “La Logia Libertadores de América” en cooperación con la Fábrica Militar San Francisco y la Jefatura de Policía local llevaron a cabo una operación de allanamiento y captura en nuestra región.

Fue así que en la fecha arriba indicada, en horas de la madrugada un grupo de tareas compuesto por 15 o más personas irrumpió violentamente en la vivienda de calle Paraguay (frente a la plaza General Paz) de ésta ciudad, sacando maniatados y encapuchados a Elvio Alberto Almada (21) en la foto  y sus amigos Eduardo Scocco (18) y Osvaldo Mesagli (19); a posterior fueron trasladados al temible centro de interrogatorio y tortura D2 pegado a la Jefatura de policía de Córdoba dónde, no obstante pese a distintos reclamos, solicitadas, e incansable búsqueda por parte de familiares de las víctimas, el cínico silencio oficial fue la única respuesta. Nunca más se supo qué ocurrió con ellos luego de su captura. 
Sólo quien pasa por un trance tan duro que es tener un familiar desaparecido puede conocer la magnitud del dolor, de la angustia y de la impotencia de no saber ni cómo ni por dónde empezar la búsqueda, despertar por la mañana con la incertidumbre y la sensación de vacío que envuelve el pensamiento latente y obsesivo de “dónde estará, cómo estará, cuando vendrá…” Una pregunta sin respuesta que esbozaron cientos de veces sus padres, tías y abuelos quienes fallecieron ancianos sin conocer el destino final de su querido Elvio. A la tragedia que nos tocó tuvimos que soportar la locura golpista que el 24 de marzo quebró el orden institucional que –al decir de sus personeros- venían a imponer el orden y las garantías para el conjunto del pueblo.

Persecuciones, censuras prohibiciones, allanamientos,  secuestros, muertos y más muertos eran moneda corriente por aquellos días. Da náuseas el sólo recordar el pensamiento fascista y perverso de sus acciones, que no fueron más que un pasaje de ida al infierno; 7 años que parecieron 50. La nación usurpada se llenó de la lacra más lacerante que conoció la patria; patoteros, asesinos despiadados, economistas neoliberales funcionales al régimen, pseudos periodistas políticos e intelectuales, en fin, el cipayismo vernáculo en todas sus facetas, unidos en pos de la nueva concepción ideológica cuyo único fin fue someternos como pueblo y como nación, quebrar nuestras voluntades, pisoteando el más elemental derecho en toda sociedad civilizada, que es el derecho a la vida.

Bajo la teoría de los dos demonios, obreros, estudiantes universitarios, jóvenes revolucionarios, sindicalistas auténticos y luchadores sociales fueron poblando los cientos de campos de extermino que se crearon en todo el territorio nacional, pensando maquiavélicamente que la muerte también eliminaría el ideal y sepultaría la lucha popular. Las secuelas del régimen todavía perduran. Miles de desaparecidos, muertos y exiliados, bebés nacidos en cautiverio cuyas abuelas aún lo siguen y lo seguirán buscando, una deuda externa infame desde sus orígenes y una desigual guerra en el Atlántico Sur con el Reino Unido, utilizando un argumento fundado y justo por el conflicto de las Islas Malvinas, pero provocado tan sólo para cubrir las atrocidades cometidas.
Explayarme sobre el genocidio sería redundar en hechos por la mayoría conocidos; esa no es mi idea, pero es bueno para todos saber que nuestros hijos y hermanos tenían pasiones, sufrían y se alegraban de las alternancias de la vida; así como muchos el deporte los hace delirar, también ellos se apasionaban por conocer los movimientos políticos de nuestra Patria, se condolían de la injusticia social y eran abiertamente permeables a las necesidades de los históricamente más olvidados.

Se trataba de ayudar, de hacer propio el dolor del que no posee nada y fundamentalmente buscar utópicamente caminos alternativos para corregir los daños estructurales arraigados en el país. Un camino sinuoso y peligroso para el “establishment” de la época. Ellos sabían los riesgos pero poco les importó. Muchos ya no están, pero la música continúa y la ejecutan nuestros hijos, nuestros nietos, y esas melodías tienen hoy millones de oídos receptores…. Qué han matado? Qué han callado? Puede alguien decirme.? Nuestros compañeros sembraron los frutos de la justicia que cosechamos todos los días. Los asesinos sembraron vientos...
Cuando veo a estos genocidas entre dormidos en el banquillo de los acusados, con los derechos constitucionales que ellos nunca les concedieron a sus víctimas, derrotados, odiados y repudiados por la mayoría de nuestro pueblo, decrépitos, fríos, muertos en vida, también imagino en sus mentes enfermas la picana encendida, los aviones tirando gente al mar, las mujeres ultrajadas, la pistola martillada, el despellejamiento en vida…sin muestras de arrepentimiento. Y siento que los únicos garantes para que el infierno no regrese somos nosotros como pueblo y como nación organizada, sin odios ni rencores, pero con la memoria intacta para que no vuelva a ocurrir. Y también pienso; cuántos asesinos caminando por la calle con total impunidad habrá aún? Sin dudas que todavía quedan otros criminales como Barreiro, Alsina, Acosta, Antón, Gómez, Monez Ruiz, Vergez Vega Von Diedrich, Villanueva, Sassiain, Quijano, Centeno,

Manzanelli, Yanicelli, por citar a algunos, e indudablemente colaboracionistas y entregadores pertenecientes a nuestra ciudad con la manos manchadas de sangre, que tarde o temprano la justicia debería llamarlos a comparecer para que rindan cuentas de sus infamias. Sirva estas palabras como un homenaje a Elvio Almada, Eduardo Scocco y Osvaldo Mesagli, que fueron amigos entrañables y que hoy y siempre continúan en nuestro recuerdo porque son luz en nuestras vidas, son ejemplo y compromiso para los que seguimos en la búsqueda permanente de memoria, verdad y justicia. No perdonamos, no olvidamos, no nos reconciliamos. Cada genocida tiene un nombre, sea o no militar. La verdadera historia, aunque duela, la seguirá escribiendo el pueblo.