Insólito hecho ocurrió este sábado en la Terminal de Ómnibus de San Francisco entre una pasajera y chico que ocultaba su rostro con una gorra

Tuvo como protagonista a una mujer y un chico que ocultaba parte de su rostro con una gorra.

LOCALES 19 de octubre de 2019 Pérez Darío Eduardo Pérez Darío Eduardo
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Cuando la señora llegó a la Terminal de Ómnibus de  San Francisco  este sábado, le informaron de que su colectivo se retrasaría aproximadamente una hora. Un poco fastidiada, se compró una revista, un paquete de galletitas Cerealitas  y una botella de agua. Buscó un asiento  en el  hall central y se sentó, preparada para la espera.

 

Mientras ojeaba la revista, un joven con la cara  medio tapada  con una gorrita , se sentó a su lado y comenzó a leer algo en  su  celular . De pronto, sin decir una sola palabra, estiró la mano, tomó el paquete de galletas, lo abrió y comenzó a comer. La señora se molestó un poco; no quería ser grosera pero tampoco hacer de cuenta que nada había pasado. Así que, con un gesto exagerado, tomó el paquete, sacó una galleta y se la comió mirando fijamente al joven.

 

Como respuesta, el joven tomó otra galleta y, mirando a la señora a los ojos y sonriendo, se la llevó a la boca. Ya enojada, ella cogió otra galleta y, con ostensibles señales de fastidio, se la comió mirándolo fijamente.

 

El diálogo de miradas y sonrisas continuó entre galleta y galleta. La señora estaba cada vez más irritada, y el muchacho cada vez más sonriente. Finalmente, ella se dio cuenta de que sólo quedaba una galleta, y pensó: "No podrá ser tan caradura" mientras miraba alternativamente al joven y al paquete. Con mucha calma el joven alargó la mano, tomó la galleta y la partió en dos. Con un gesto amable, le ofreció la mitad a su compañera de banco.

 

-¡Gracias! -dijo ella tomando con rudeza el trozo de galleta.

 

-De nada -contestó el joven sonriendo, mientras comía su mitad.

 

Entonces el colectivo  anunció su partida. La señora se levantó furiosa del banco y subió a su asiento. Desde la ventanilla, vio al muchacho todavía sentado  y pensó: "¡Qué insolente y mal educado! ¡Qué será de nuestro mundo!" De pronto sintió la boca reseca por el disgusto. Abrió su bolso para sacar la botella de agua y se quedó estupefacta cuando encontró allí su paquete de galletas Cerealitas intacto.

*Este  cuento  es  inspirado  en  una  bella  construcción  de Paola  Graciano, ¡Cuántas veces nuestros prejuicios y decisiones apresuradas nos hacen valorar erróneamente a los demás y cometer equivocaciones! Cuántas veces la desconfianza hace que juzguemos arbitrariamente a las personas y las situaciones, encasillándolas en ideas preconcebidas alejadas de la realidad.

 

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