Golpeando las puertas del cielo con un táper : Pedro comiendo en la olla popular

La Olla frente a la lujosa Catedral, la casa de Dios .

LOCALES18/04/2025Pérez Darío EduardoPérez Darío Eduardo
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Don Pedro, un jubilado de 75 años, pedalea con dificultad en su bicicleta desvencijada, cargando un táper en el canasto delantero. Llega a la plaza General Paz , donde una olla popular ofrece comida gratis a los necesitados. La gente hace cola, algunos con la mirada baja, otros con la esperanza en los ojos.Los esperan los Jubilados Autoconvocados con montón de sonrisas  y cucharón gigante que  revuelve la comida caliente que calma el hambre y  alivia la angustia de haber trabajado toda una vida para morir sacrificados en el altar del "déficit  cero"

Don Pedro se une a la fila, con la cabeza gacha, me pongo a hablar con Él , sin decirle que era periodista. "No quiero estar aquí", piensa en voz alta . "No quiero depender de la caridad". Pero la realidad es cruel: con trescientos mil pesos por mes, no le alcanza para vivir.

"Es como si el gobierno se hubiera olvidado de nosotros", dice don Pedro, con un suspiro. "Los precios suben, los sueldos  no. ¿Cómo se supone que debemos sobrevivir?"

La olla popular es un oasis en medio de la crisis. Un grupo de voluntarios, liderados por varias mujeres , preparan comida con amor y dedicación. "Queremos ayudar a quienes más lo necesitan", explica Graciela . "No es caridad, es solidaridad".

Don Pedro recibe su porción de comida, un manjar  caliente que le hace agua la boca. Se sienta en un banco frente la fuente con agua , con la mirada perdida en el vacío. "Esto es lo que me queda", piensa. "La vergüenza de pedir, la dignidad herida".

Pero el ex-metalúrgico  come con ganas, saboreando cada bocado. "Esto es lo que me mantiene vivo", dice, con la voz quebrada. "No sé qué haría sin esta olla popular".

La gente en la plaza comparte historias similares. Hay quienes han perdido sus trabajos, quienes han visto disminuir sus ingresos, quienes han sido olvidados por el sistema. La olla popular es un refugio, un lugar donde pueden encontrar algo de paz y dignidad frente a la lujosa Catedral de la clase media lugareña .

Don Pedro termina su comida, se limpia la boca con un pañuelo y se levanta. "Gracias", dice a una de las organizadoras  y los voluntarios. "Esto es lo que me da fuerzas para seguir adelante".

La bicicleta oxida  de don Pedro se aleja  saltando sobre los adoquines de calle Paraguay , cargando el táper vacío, porque no se animó a pedir otra porción . La plaza queda atrás, con la olla popular como un faro de esperanza en medio de la adversidad. La lucha por la supervivencia continúa, pero con la solidaridad y la dignidad como guías.

El nombre de Pedro es ficticio , no sé cómo se llamaba,no sé si comerá mañana.

PD/sugerimos acompañar la lectura de este relato con el video a  continuación. 

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