Habló el empleado del Aconcagua que rechazó el ingreso de Blas: “Me equivoqué y pido perdón”

El recepcionista del sanatorio rompe el silencio y cuenta su versión de lo sucedido aquella noche. El pedido de disculpas a la familia, su deseo de que las cosas cambien y el café pendiente con Soledad Laciar.

POLICIALES - JUDICIALES 25 de octubre de 2023
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Fernando Casalino está aliviado después del juicio abreviado en el que aceptó su responsabilidad por no admitir el ingreso de Blas Correas en el Sanatorio Aconcagua mientras agonizaba.

El crimen de Blas lo atravesó no sólo en el plano judicial, sino también en su vida personal. Se divorció, se fue a vivir solo y estuvo durante varios meses en tratamiento psiquiátrico por las secuelas que le dejó la fatídica noche del 6 de agosto de 2020.

Pocos días después de ser condenado a 2 años y 6 meses de prisión condicional (no irá a la cárcel), recibe al equipo de El Doce en el departamento que alquila hace unos meses.

Reconocer la responsabilidad en el caso y pedirle perdón a la familia, le valió el agradecimiento de Soledad Laciar. Tras la lectura de la sentencia, la mamá del joven asesinado lo abrazó.

“Fue un abrazo espontáneo y honesto. Me sentí aliviado. Soledad es una guerrera, una luchadora, le dije que siga buscando justicia por Blas”, contó.

Minutos antes del veredicto, Casalino hizo uso de la palabra y pidió disculpas. Durante la entrevista con Telenoche, lo reiteró: “Reconozco que me puedo haber equivocado y pido perdón”.

El recuerdo de esa noche

Después de que el ex policía Lucas Gómez disparara e hiriera de muerte a Blas, los ocupantes del Fiat Argo en el que viajaban buscaron en sus celulares el hospital más cercano. El GPS los llevó al Sanatorio Aconcagua, cuyo recepcionista era Fernando Casalino.

Ante la gravedad del caso, Casalino dijo que no podían recibirlo, ayudó a cargar a Blas en el auto y le dijo al conductor, Juan Cruz Camerano, que vaya al Hospital de Urgencias. Nunca llegaron a ese lugar.

La familia de Blas sostiene que en ese momento el joven estaba con vida, y que otra actitud de los empleados del sanatorio podría haber cambiado su suerte, aunque sea para que su muerte fuera más digna.

“Fue todo muy rápido. No había luz en la cuadra esa semana. El contacto con Blas duró un minuto: fue agarrarlo de las muñecas para subirlo al auto. No quisiera estar en una situación así de nuevo. No se lo deseo a nadie, fue muy triste”, aseguró Casalino.

Yo siempre me dediqué a tareas administrativas. Hacía dos meses y medio que estaba en la guardia. Nunca me dieron una capacitación, ni curso de reanimación. Tampoco hay un manual de procedimientos”, lamentó.

Fernando Casalino y la familia de Blas comparten el deseo de haya legislación que regule cómo deben actuar las clínicas privadas ante estos casos. Quieren que las cosas cambien para que esta tragedia no se repita. 

Sus vidas, desde ese 6 de agosto ya cambiaron para siempre.

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