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Patrimonio histórico
El santo patrono de San Francisco y su legendaria relación con los lobos. Amor, carcel y humildad
LOCALES04/10/2023Luego de una escandalosa falsificación de datos para lograr le otorgaran tierras para colonizar, José Bernardo Iturraspe tuvo que pensar en un nombre para fundar una colonia, pensó en su hermano Pancho ,muerto en una revuelta contra el gobierno de Santa Fe en 1878, así en honor a Francisco , salió el nombre de SAN FRANCISCO, la actual denominación de nuestra querida ciudad ¿Quién fue San Francisco?.
San Francisco de Asís el Santo Patrono de nuestra ciudad ,nació en dicha localidad italiana durante la Edad Media y fue el fundador de la orden de los franciscanos y de la orden femenina de las clarisas, caracterizadas ambas por su voto de pobreza y austeridad.Hijo de un comerciante rico se destacó por ser un joven de cierto renombre en su ciudad. En 1202 fue encarcelado a causa de un altercado entre las ciudades de Asís y Perugia. Luego decidió entregarse al apostolado y servir a los pobres.Luchó contra diversos cultos que no fueron aceptados. La prisión provocó un cambio en su vida en el que decidió renunciar a los bienes heredados de su padre y predicar el apostolado y la vida sencilla. Finalmente, el Papa Inocenció III aprobó su predicación y así se fundó el orden.
En la Edad Media los lobos se creían eran poseídos por el Diablo por su ferocidad y salvajismo, una de esas historias con San Francisco como amigo de los lobos se ha hecho inmortal:
LA INCREÍBLE HISTORIA DEL LOBO DE GUBBIO Y EL SANTO DE NUESTRA CIUDAD.
Uno de los prodigios más recordados del ministerio de San Francisco de Asís tuvo que ver con el célebre episodio del lobo de Gubbio, un enorme y feroz cánido salvaje que comenzó a asolar la ciudad italiana de Gubbio (ubicada en Umbría, en la actual provincia de Perugia), devorando tanto personas como animales. Se cuenta que el animal presentaba tal ferocidad que nadie se aventuraba siquiera a salir de la ciudad.
Francisco, junto a un compañero, iba durante un atardecer camino de Gubbio montado en un borriquillo. Unos labriegos, entonces, le advirtieron del peligro y que había un terrible lobo salvaje merodeando por la zona. “¿Y qué mal le he hecho yo al hermano lobo —les replicó el Santo– para que quiera acometernos y devorar a nuestro hermano asno? Quedaos tranquilos y no paséis pena por nosotros”.
Francisco de Asís, entonces, se aventuró solitariamente en la campiña de Umbría en busca del temido lobo. Cuando lo encontró, el animal avanzó a su encuentro con las fauces abiertas. Acercándose a él, el religioso le hizo la señal de la cruz, lo llamó y le dijo: “¡Ven aquí, hermano lobo! Yo te mando, de parte de Cristo, que no hagas daño ni a mí ni a nadie”. Apenas el “santo de Asís” trazó la señal de la cruz, el lobo cerró la boca, se acercó mansamente como un cordero, y se echó a sus pies.
San Francisco y el lobo.
El santo, entonces, le dijo al animal: “Hermano lobo, has hecho mucho daño en esta comarca, matando las criaturas de Dios sin su permiso. Y no te has contentado con matar y devorar a las bestias, sino que has tenido el atrevimiento de dar muerte y causar daño a los hombres, hechos a imagen de Dios. Por todo ello has merecido la horca como ladrón y homicida malvado. Toda la gente grita y murmura contra ti y toda la ciudad es enemiga tuya. Pero yo quiero, Hermano lobo, hacer las paces entre tú y ellos, de manera que tú no les ofendas en adelante, y ellos te perdonen toda ofensa pasada, y dejen de perseguirte hombres y perros”.
El lobo, al escuchar la admonición del santo, movió su cola y sus orejas y bajó la cerviz en señal de aceptación. San Francisco, entonces, le propuso lo siguiente: “Hermano lobo, puesto que estás de acuerdo en sellar y mantener esta paz, yo te prometo hacer que la gente de la ciudad te proporcione continuamente lo que necesitas mientras vivas, de modo que no pases ya hambre. Porque sé muy bien que por hambre has hecho el mal que has hecho. Pero, una vez que yo te haya conseguido este favor, quiero, hermano lobo, que tú me prometas que no harás daño ya a ningún hombre del mundo y a ningún animal”.
El lobo, tras inclinar la cabeza, dio a entender claramente que lo prometía. San Francisco le tendió entonces la mano y el lobo levantó su pata delantera y la puso mansamente sobre la mano del religioso, dándole la señal de fe que le pedía. Luego San Francisco le dijo: “Hermano lobo, te mando, en nombre de Jesucristo, que vengas ahora conmigo sin temor alguno; vamos a concluir esta paz en el nombre de Dios”.
El lobo, obediente, marchó con él hacia la ciudad de Gubbio, en medio del asombro y la estupefacción de sus habitantes. La noticia pronto se esparció como el rayo y todos -grandes y pequeños, hombres y mujeres, jóvenes y viejos- acudieron a la plaza para ver al animal con San Francisco.
San Francisco, aprovechando que se agolpaba una gran multitud, les dio un sermón: “Volveos, pues, a Dios, carísimos, y haced penitencia de vuestros pecados, y Dios os librará del lobo al presente y del fuego infernal en el futuro”. Terminado el sermón, el santo añadió: “Escuchad, hermanos míos: el hermano lobo, que está aquí ante vosotros, me ha prometido y dado su fe de hacer las paces con vosotros y de no dañaros en adelante en cosa alguna si vosotros os comprometéis a darle cada día lo que necesita. Yo salgo fiador por él de que cumplirá fielmente por su parte el acuerdo de paz”.
El pueblo de Gubbio, aún incrédulo de ver al otrora salvaje lobo convertido en un manso animal, prometió alimentarlo continuamente. Las crónicas de la época cuentan que el lobo de Gubbio vivió otros dos años en la ciudad hasta que falleció de viejo: entraba mansamente en las casas de puerta en puerta, la gente lo alimentaba cortésmente y, curiosamente, nunca le ladraban los perros.
El lobo, gracias a este increíble episodio, aparece en ocasiones como un emblema de Francisco de Asís, y el conjunto del santo y el lobo se observa en variadas representaciones iconográficas. Y se dice que en la iglesia de San Francesco della Pace, en Gubbio, reposan actualmente los restos de un lobo que la tradición ha identificado con el lobo de Gubbio del relato. Allí también yace la piedra, utilizada actualmente como mesa del altar, sobre la cual Francisco de Asís habría predicado al pueblo de Gubbio y acordado el pacto de paz entre el pueblo y el animal.
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