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Por primera vez un Tribunal santafesino utiliza la figura de transfemicidio. Lo hizo para condenar al asesino de la activista Alejandra Ironici.
POLICIALES - JUDICIALES 24 de marzo de 2024SANTA FE, Argentina. La vida de Alejandra Ironici estuvo marcada por la lucha y las conquistas. Sobre todo, por abrir caminos y hacer historia. Fue la primera mujer trans en recibir el DNI -antes de la Ley de Identidad de Género-, la primera en dar clases en una escuela, la primera en acceder a una vaginoplastía en un hospital público y la primera en muchas cosas más.
Por eso, la condena por su asesinato no podía menos que ser histórica. Por primera vez, la justicia santafesina reconoció el asesinato de una persona trans como transfemicidio. Además, también dio lugar al reclamo de la Colectiva de Abogadas Translesbofeministas –junto al Instituto de Políticas Públicas LGBT– de que se reconozca la responsabilidad del Estado y exhortando a los demás poderes a tomar medidas para reparar al colectivo travesti trans.
El tribunal integrado por los jueces Pablo Busaniche (presidente) y Sebastián Szeifert y por la jueza Susana Luna dispusieron por unaminidad prisión perpetua de Héctor Barrero –pareja de Ironici. Se lo condenó por los delitos de transfemicidio agravado (por el vínculo y por ser cometido por un hombre en contra de una mujer mediando violencia de género) y abuso sexual con acceso carnal.
La sentencia se dio a conocer en el marco del juicio oral y público que finalizó este 22 de marzo en los tribunales de la capital santafesina.
“El mayor logro fue conseguir la calificación de transfemicidio”, dijo la fiscal Alejandra del Río Ayala, de la Unidad Fiscal Especial de Violencia de Género, Familiar y Sexual (GEFAS) de Santa Fe, tras la lectura del veredicto. “No sólo es algo complejo, novedoso, implica un cambio de paradigma en las interpretaciones tradicionales de los tipos penales, sobre todo del inciso 4 del artículo 80 del Código Penal. También en términos probatorios porque no fue algo sencillo. Estamos conformes”, agrego.
También destacó que se haya quedado probado el abuso sexual porque fue un cargo que el condenado negó de manera sistemática. Aún después de reconocer el asesinato.
El caso contó, además, con dos querellas. Por un lado, el Centro de Acceso a la Justicia, que representó a la familia de Ironici, y, por el otro, la Colectiva de Abogadas y el Instituto de Políticas LGBT. La abogada Sofía Basso, representante de ese último grupo, expresó en diálogo con Presentes su satisfacción por el resultado. En especial porque el Tribunal dio lugar a su pedido de reconocer la responsabilidad estatal y solicitar medidas reparatorias para todo el colectivo travesti trans.
“Hoy solo conocimos el resultado, la parte resolutiva de la sentencia; pero falta conocer el alcance de los fundamentos, entender cómo logramos el convencimiento del Tribunal de la implicancia que tiene el Estado en el contexto de travesticidio social”, detalló. E insistió en que se trata de un precedente histórico en el país.
Alejandra había conocido a Héctor Barrero cinco meses antes del transfemicidio. Llegó a la casa de la mujer pidiendo trabajo y ella lo contrató para hacer unos arreglos de pintura. Jesús, el sobrino de Ironici, quien vivía con ella, contó al Tribunal que a la semana se pusieron de novios.
La mujer no encontró en Barrero una pareja. Él no la presentó a su familia ni amigos, se aprovechaba económicamente de ella y cuando alguien lo pasaba a buscar se alejaba una cuadra de la casa en la que convivían. A eso se sumaron una serie de hechos de violencia de género anteriores al asesinato.
Desde el primer momento del juicio, Barrero reconoció el asesinato, pero siempre negó el abuso sexual. Esa postura, según coincidieron la fiscalía y las querellas, era una muestra más del desprecio a la identidad y militancia de Alejandra. Lo mismo la saña con la que la atacó esa última vez. Aceptaba ser un asesino, pero “no quería que se ponga en duda su hombría”, dijeron las querellantes.
El 20 de agosto de 2022, Alejandra y Héctor cenaron en la casa de una pareja amiga. Alrededor de la 1 de la madrugada (ya del 21 de agosto), se retiraron. Dieron una vuelta por la Costanera y volvieron a su casa. Según el relato de una vecina cuya casa era contigua a la de Alejandra, cerca de las 3 de la madrugada algo pasó. Hubo un golpe seco, como el de alguien cayendo al piso, y luego, gritos. Alejandra pidiéndole que parara, gritando por ayuda. Nadie respondió y su voz se fue apagando.
Héctor la golpeó y la tiró al piso. Después fue hasta la cocina a buscar una cuchilla de carnicero. Con el arma la atacó 46 veces. La pericia determinó que sólo dos de esas heridas fueron mortales. El abuso se dio casi en simultáneo con el homicidio. Cuando ella no pudo más, Barrero limpió la cuchilla, la guardó, tomó el dinero, el celular y el auto de Alejandra, y salió de la casa.
Cuando Jesús volvió a la casa era tarde y no notó nada raro. La puerta de la habitación de su tía estaba cerrada. Al día siguiente, salió de la casa sin sospechar nada. Durante ese domingo, Barrero manipuló el celular de Alejandra para mostrar actividad. Cerca del mediodía volvió a la casa que habían compartido y le prendió fuego al cuerpo de la militante santafesina (las quemaduras se focalizaron en sus glúteos). Salió de la habitación y cerró la puerta, pero la falta de oxígeno hizo que el fuego se extinguiera.
Por la tarde, Jesús llegó nuevamente a su casa. Alertado por el olor a quemado, abrió la puerta de la habitación de Alejandra y encontró el cuerpo de su tía. La policía detectó que se trataba de un asesinato y comenzó a buscar a Héctor. No demoraron demasiado en encontrarlo y detenerlo en la casa de una trabajadora sexual. El auto de Alejandra estaba en la puerta. Su celular, en la almohada de su ocasional compañera.
Durante todo el proceso, la defensa de Barrero apuntó a su problema de consumo de cocaína como la razón principal por la que cometió el crimen. Sin embargo, tanto la fiscalía como las querellas remarcaron en reiteradas oportunidades que se trataba de una lectura estigmatizante sobre los consumos problemáticos.
Además, marcaron que Barrero arrastraba esa situación desde la adolescencia. En todo ese tiempo, él tuvo otras parejas (mujeres cis), incluso se casó y tuvo hijos, y en ningún caso ejerció violencia de género. Sólo lo hizo con Alejandra, una mujer trans.
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